dissabte, 24 de març del 2012

Después de la tormenta...

...siempre llega la calma. Y llega

No sé si será el tiempo. No sé si será el proceso en si mismo. Para mi ha sido poder hablar de todo abiertamente. Poder hablar con personas muy importantes para mí, con personas que me quieren de verdad. Hablar sin tabúes, hablar sin medir las palabras, hablar sin ser juzgada, hablar y ser escuchada con los oídos y el corazón. 

Y llorar. Llorar sintiéndome acogida, acompañada, entendida, con caricias en las manos. He aprendido a llorar en público sin preocuparme de nada más que mi dolor y la persona que tenía delante.

Y escuchar. Escuchar que lo sienten, que lo comprenden, que me quieren, que les duele, que las recuerdan, que están ahí y ahí seguirán, incondicionalmente.

Mis niñas no vivirán, no crecerán, pero la vida sigue. Me lo enseñó, sin querer, una pequeñina a la que quiero mucho: observar cómo crece, cómo cambia, cómo aprende, cómo vive... Yo. como hace ella, tengo que seguir, cambiando, aprendiendo, creciendo, viviendo y, también, (¿por qué no?) recordando.

Sé que ésto no acaba aquí, que quedan algunos pasos atrás, pero he dado uno muy grande hacia adelante.

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