Cuando era pequeña mi padre me llevaba de la mano a pasear. Me enseñaba los números y los colores con las puertas de las casas, con los coches y sus matrículas. Yo no lo recuerdo muy bien, la verdad, pero es algo que me gusta que me cuente. Aunque por mi formación piense que no es realmente necesario que una niña pequeña aprenda este tipo de cosas, la situación me parece entrañable. Estoy segura de que me encantaba hacerlo, tanto o más que a él.
Mi padre ha soñado con mis hijas. Las llevaba también de la mano, paseando, enseñándoles números y colores. Cuenta lo bonito que fue soñar con ellas y lo bien que se sintió, incluso al despertarse. Me encanta saber que Júlia y Aina siguen con nosotros de alguna manera y no sólo en mí. Me gusta ver la cara de su abuelo cuando explica el sueño. Creo que no me cansaré de pedirle que me lo cuente una y otra vez.
Por otro lado envidio sanamente a mi padre por ello, por haber sido capaz de conectar con mis pequeñas de esa manera. Ojalá yo pueda vivirlo alguna noche...
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